Fragmento FINAL del primer capítulo.
Tras todos los acontecimientos vividos por el joven Cástor Valea en el vestigio de Bandelach, se encontrará finalmente con un increíble suceso que perdurará por siempre en los recuerdos del protagonista, y que dará comienzo al argumento de Almas Indolentes Descubre por fin la PARTE FINAL del Capítulo 1:
Mucho tiempo pasaría Cástor Valea así, tendido en el suelo, indolente y aletargado; se prestaba difícil discernir exactamente cuánto.
Para cuando ya todos los seimos hubieran abandonado el asentamiento y un intenso silencio tomara control sobre el poblado, el joven siguió aún recostado sin comprender bien qué había ocurrido, ni lo que sentía o pensaba, ni siquiera si estaba muerto o solo moribundo, y para cuando la lluvia comenzase a caer más suavemente bañando su rostro con delicadeza, que miraba al cielo, del callejón que tenía en frente, por el que había venido, aparecería de pronto una figura con silueta humana, tornando su circunstancia aún más compleja y particular.
Al escuchar los pasos acercarse, el joven miraría directamente hacia allí, aún sin sentir nada, y en un principio pensó que se trataba de otro compañero superviviente, alegrándose por ello mientras trataba inútilmente de erguirse, pero pronto descubriría que no sería el caso, pues aquel individuo no vestía el uniforme de los soldados de fe. Activando de pronto al máximo su atención, aunque aún algo perturbado y tendido en el suelo, por un momento creyó el joven que sus ojos le estaban engatusando, que seguía soñando o que su extraordinaria condición le había llevado a rozar los límites de la locura, pues no era posible encontrar más seres humanos que los soldados de fe bajo el Mar de Cristal. Y aquel individuo no era definitivamente uno de ellos, pero efectivamente era humano, y se encontraba allí, tras la masacre.
Lo que Cástor vio aquella noche no era sin embargo un ser humano cualquiera, sino nada menos que un «tardígrado», como se conocía a aquellas extraordinarias personas con tales habilidades físicas y psicológicas como para ser capaces de sobrevivir, completamente solos y sin ayuda alguna, en los hostiles páramos de La Hondonada. Estos peculiares individuos con increíbles habilidades de supervivencia eran considerados como los humanos más resistentes que existían, aunque lo cierto es que eran más bien una leyenda, pues las posibilidades de encontrarse con uno, siendo un género tan escaso en toda la Historia de la Nueva Civilización, eran ínfimas.
Sin embargo, allí se encontraba el joven, frente a uno de los legendarios tardígrados, el cual se acercaba lentamente hacia su posición endeble. Se preguntaba si sería solo una ilusión propia de su extraño estado psicológico, pero parecía demasiado real. Tan real que podía claramente sentir su imponente presencia a su lado.
Su silueta pronto tomaría una forma concreta: su singular estilo y angostos ropajes le daban claros aires de alguien que había viajado mucho. Portaba una enorme y gruesa capa que seguramente utilizaría para resguardarse del frío, y su rostro se hallaba parcialmente oculto tras una densa y destartalada bufanda de tonos rojizos. Su largo y graso cabello se movía bruscamente con el viento, fuerte y oscuro, y su tez se mostraba rugosa por los años y cicatrizada por la experiencia. Sus enormes y penetrantes ojos oscuros expresaban una excesiva emotividad cuando, tras acercarse al joven, empezó a hablarle
—Yo te saludo, hermano de la superficie —dijo mirándole fijamente con voz ronca y entrecortada, casi como si hubiera olvidado ya la habilidad de hablar. Cástor no fue capaz de reaccionar ante lo que estaba viviendo, y simplemente le observaba sin articular palabra, y casi sin pestañear. No había despertado del todo de su estado indolente, y creía aún estar soñando—. He visto que eres como yo: tu energía está conectada al alma del Planeta. Pero puedo sentir que es un caso extraordinario el tuyo; es quizá por ello que hayas sobrevivido. O quizás no… Puedo percibir que cargas con una piedra de extraña naturaleza que has hallado en este mismo lugar. Quizá lo hayas sentido ya, pero una poderosa energía emana de ella… No, tranquilo, no voy a pedir que me la entregues; no sería justo pues tú la has encontrado. Pero permíteme decirte algo al respecto de esa roca que quizá pueda resultarte de interés: te será útil si quieres conocer la verdad que se ha ocultado siempre a tu gente. Y creo que eso es lo que quieres, si no estoy equivocado, pues sabes en tu interior que todo en este mundo es más complejo que como siempre nos han hecho creer. A nosotros, a los seres humanos… Dudas, joven, y tienes sed de conocimiento; puedo verlo en tu mirada, que refleja lo que mora en tu alma. Es lógico. Si deseas respuestas, te aconsejo que lleves la piedra contigo de vuelta a la civilización, pero no menciones a nadie que cargas con ella; la descubrirán, llegado el momento, quienes tengan el poder para ello, y entonces podrán guiarte adecuadamente en el camino a conocer los secretos más profundos de nuestra Historia.
Cástor se hallaba boquiabierto escuchando con desconcierto e interés aquello que el extraño personaje tan súbitamente le dijo, sin siquiera llevar a cabo una presentación. Para cuando por fin fuera capaz de procesar medianamente todo lo que había escuchado, a la vista de que el individuo esperaba una reacción por su parte, solo se vio con fuerzas, sin embargo, de decir una cosa, una sola cosa:
—¿Qué eres…? —exclamó todavía sentado y exhausto el joven, apoyado perezosamente contra la húmeda pared. Se sentía como evadido, como en otra realidad, y por ello ni siquiera estaba seguro de que tal visión fuera real. Su mente se hallaba completamente embotada. Pronto comprendió que quizá no fuera aquella la pregunta más apropiada que podía haber hecho.
—Yo soy lo mismo que tú, pero hace mucho tiempo tomé la decisión de abandonar aquello que llamáis la civilización… Ahora te diré adiós, hijo del Planeta, no sin antes pedirte que recuerdes mis palabras: lleva la piedra con tu gente, y ocúltala bien. Quizá algún día volvamos a encontrarnos, si estás de nuevo preparado para ello.
Tras decir aquellas últimas y enigmáticas palabras que desconcertaron aún más al perturbado joven, el misterioso individuo dio media vuelta haciendo ondear su enorme capa andrajosa y, con calma y sin mirar atrás, retornó sobre sus pasos, adentrándose en el oscuro callejón. La gruesa capa y la larga bufanda bailaban con el viento según se abría camino entre los escombros y bajo la lluvia. Un fuerte golpe de viento hizo tambalear levemente a Cástor mientras le seguía fijamente con la mirada, todavía recostado y con la mente extraviada, hasta que desapareció de su vista. La soledad y el desasosiego envolvieron al joven en aquel extraño y siniestro momento de su existencia.
Sin embargo, poco tiempo después de que aquel tardígrado le abandonase, y una vez la lluvia hubo cesado y la noche hubiera alcanzado por fin su tono más oscuro y penetrante, el joven caería, completamente exhausto, en un profundo sueño del que no estaba siquiera seguro de querer despertar.
Siempre recordaría Cástor Valea los interminables sueños que tuvo allí, apoyado en el muro derruido bajo el Mar de Cristal, completamente alejado de todo aquello que conocía y le hacía sentir seguro. Pues lo que vería durante las infinitas horas que pasó en el mundo onírico no serían más que un conjunto de energías fluyendo de un lugar a otro a lo largo y ancho del mundo. Observaba infinitos cúmulos de fuerzas que se movían sin rumbo pero constantes, como guiados por una extraña presión o atracción que les empujaba a continuar, a evolucionar, y a hacerse más grandes, más fuertes y sabios. Por algún motivo, podía percibir claramente esos detalles. Esas energías tenían vida y eran de múltiples colores y tamaños, y emitían extraños sonidos difíciles de calificar.
Uno tras otro, aquellos cúmulos flotarían incesantemente durante horas y horas, días incluso, en la propia dimensión del espíritu del joven soldado, marcando una profunda huella en su interior. Una huella que le acompañaría el resto de su existencia.
Si queréis leer el capítulo 1: Bajo el Mar de Cristal entero, lo podéis ver en este enlace.
Espero que lo disfrutéis, y recordad ya que quedan 3 días hasta que acabe la campaña de Crowdfunding para poder publicar el libro Almas Indolentes. ¡Con vuestro apoyo ya pronto podréis leerlo todos!