Cuando concibes el conflicto contra el que tu personaje debe luchar, tienes claras las metas que perseguirá, y haces que tenga atributos humanos con los que cualquiera se pueda identificar y empatizar, todo lo demás irá solo.
En este artículo, me gustaría proponer una serie de consejos prácticos para aquellos creadores de historias, con dudas tan importantes como esta: ¿Cómo puedo hacer que un personaje sea interesante, y con el que la gente pueda identificarse?
Para responder a esta difícil y compleja pregunta, me basaré en mi experiencia, en lo que he ido aprendiendo con la práctica, y lo que he visto y oído. Ten en cuenta que esto nunca debe ser tomado como una regla única y exclusiva para crear personajes. Cada uno tiene su propio método. Este tipo de artículos son solo una opinión, no pretendo asentar bases didácticas al respecto de estos tópicos.
Dicho esto, me gustaría primero hacer hincapìé en la necesidad de diferenciar entre personajes protagonistas y secundarios. Lo que se va a profundizar en su desarrollo emocional y su biografía es muy distinto, y por lo tanto debe partirse de bases muy diversas.
A la hora de crear personajes protagonistas, un aspecto clave es no partir de estereotipos. Sé que es tentador crear el clásico héroe que no teme a nada, que nunca sucumbe ante el mal, alguien justo, bondadoso, valiente y decidido. Desgraciadamente, ese tipo de personajes no tienen mucho margen de desarrollo, a menos que se transforme en algo muy distinto. Un aspecto clave de los personajes protagonistas es que deben evolucionar, desarrollar su historia y su personalidad a lo largo de la obra. Son los personajes con quien más empatizará el lector, por lo que ahondaremos en su personalidad, la modificaremos, y la moldearemos a nuestro gusto todo cuanto queramos, mientras no pierda aquello que lo hace único.
Este desarrollo puede omitirse en los personajes secundarios, sin mucho peso en la trama. Un amigo del protagonista que aparece de vez en cuando para darle conversación, por ejemplo, no necesita tener una personalidad cambiante y compleja. En estos casos, podemos tirar de clichés y estereotipos para su creación, no llamará tanto la atención. Si quieres que sus amigos sean absurdos, reflexivos, enamoradizos, etc, no pasará nada. En algunos casos esto será incluso recomendable, pues un aspecto importante para que la gente se identifique con tus personajes será crear rasgos únicos que los hagan reconocibles, especialmente en los personajes secundarios (aunque también en los protagonistas, a poder ser). El amigo gordito y simpático del personaje principal es un estereotipo muy trillado, pero suele funcionar para dar un toque de humor a la obra, a veces necesario. O ese personaje patoso con aspecto extravagante que aparece a veces para amenazar a los protagonistas, al cual no le salen bien las cosas. Son personalidades simples y estáticas, que no evolucionarán durante el argumento, pero la gente no espera más de ellos.
En resumen: un personaje protagonista evolucionará y variará su personalidad por el trascurso de los acontecimientos vividos, pues estás incidiendo en su personalidad con los hechos ocurridos. Sin embargo, uno secundario debe mantener aquello que le caracteriza, o dejará de ser carismático y atractivo para el público.
Otro aspecto muy importante para crear la personalidad de los personajes protagonistas, es basarlos en personalidades reales conocidas. Al contrario que los secundarios, que estarán basados en clichés y en personajes de ficción reconocidos por todos, los protagonistas deben tener una personalidad profunda, compleja, única, y, sobre todo, humana. Deben tener un comportamiento realista y creíble. La gente debe empatizar con ellos, con su situación, con sus conflictos y sus motivaciones; deben comprenderlos para ponerse en su pellejo. Crear personajes vacíos de sentimientos que solo luchan porque sienten que es su deber, y nunca dudan ni sufren ante lo que les ocurre, no son personajes creíbles, y no serán recordados. Si quieres que tus personajes sean trascendentales, es muy importante que te bases en personalidades conocidas (aunque cojas aspectos de acá y de allá, y al final sean irreconocibles), pues así les harás sentir humanos.
Los humanos somos imperfectos: tenemos miedo y dudamos constantemente. Crear un personaje que desde el principio tenga todo claro no es atractivo; debe sentirse una evolución, un cambio de mentalidad en la dirección que se desee, un avance en su desarrollo. Se supone que la historia que se va a contar es relevante para el/los protagonistas, por lo que aquello que les ocurra influirá en sus vidas. Esto debe verse reflejado en su personalidad, pues así somos los humanos. En caso de los personajes secundarios, esto se ignorará a menos que empiecen a tomar gran protagonismo en la historia. Entonces sí se deberá ahondar también en su desarrollo psicológico y su complejidad moral.
Otro tema a tomar en cuenta es darles nombres atractivos y fáciles de recordar. De nuevo, para personajes que no tengan apenas relevancia, esto no será tan necesario, pero los personajes importantes, tanto protagonistas como antagonistas, y aquellos envueltos en misterio, deben tener un nombre que te resulte atractivo, y que case con el personaje en cuestión. Esto último es sobre todo importante a la hora de discernir entre protagonistas y antagonistas; por regla general, los antagonistas deberán tener nombres que induzcan a tomarlos como tales -por ejemplo, no sería lo mismo si Harry Potter se llamase Voldemort, y viceversa, ¿verdad?.
Crear nombres atractivos tampoco es tarea sencilla, en especial si hablamos de libros de ficción, donde cualquier cosa es posible. En un libro ambientado en la España de los noventa, no tienes mucho margen de maniobra: los nombres de los personajes se acotarán a lo que había en aquella época. Sin embargo, cuando creas una historia en un mundo imaginario, las posibilidades son infinitas. Esto significa que el único límite lo encontramos en uno mismo, pero tantas posibilidades resultan abrumadoras. Siempre podemos recurrir a ciertos trucos, como nombres con contenido simbólico, o patrones para según qué tipo de gente o raza, lo que hará que las posibilidades se acoten.
En mi caso, por ejemplo, me he basado mucho en nombres españoles no demasiado comunes, y, o bien los he adaptado directamente (como en el caso de Cástor o Valeria), o bien los he transformado un poco (como con Dégora o Elana). No todos los personajes de la obra tienen nombres españolizados (por ejemplo, otro gran protagonista se llama Lereth), pero es algo a lo que he recurrido con frecuencia, y me ha facilitado mucho la obtención de nombres.
Hasta aquí los consejos que quería ofreceros para elaborar personajes interesantes. Es un tema que da para extensas disertaciones, pero en las historias de ficción, el único límite lo pone la imaginación de cada uno, y cada cual debe elaborarlo a su manera. Es la magia de crear una historia donde cualquier cosa puede ocurrir, y unos personajes con personalidades tan complejas y variopintas como queramos dotarles. Serán, al fin y al cabo, nuestras propias creaciones, nuestros vástagos, y solo de nosotros depende su comportamiento, su desarrollo, y el destino que los depara.