La eterna neblina cristalina que rodea la Civilización, el Mar de Cristal, guarda en su seno peligros inimaginables. Por ello, los únicos seres humanos cuyo acceso a las tierras salvajes no está vetado, son los Soldados de Fe, poderosos guerreros preparados para enfrentarse a lo que mora en La Hondonada, las tierras de las profundidades: los seimos. Sin embargo, no son las únicas personas capaces de hacer frente a las adversidades del mundo desconocido. Las leyendas hablan de poderosos sujetos cuya fuerza y resistencia no conoce igual: los tardígrados.
Debido a que los requisitos para convertirse en un tardígrado son demasiado arriesgados, incluso inhumanos, cualquiera que lo intenta no vive para contarlo. Por ello, desde que se creó esta figura, ha sido usada para historias de ficción y tomada como una leyenda. No obstante, existen datos de casos reales en la longeva Historia de la Nueva Civilización; su existencia es plausible.
Para ser un indomable tardígrado y formar parte de los más poderosos humanos que jamás han existido, es preciso vagar por las desconocidas tierras de La Hondonada durante al menos una semana, solo y sin ayuda posible, así como enfrentarse al menos a un Soberano, el tipo de seimo más peligroso conocido, y sobrevivir al encuentro.
La mayoría de los tardígrados conocidos obtuvieron tal título por mero azar del destino, de manera involuntaria. Al igual que el primer tardígrado conocido, el legendario Dodeylea Manssen -a mediados del siglo VI después de la Gran Catástrofe-, su experiencia surgió debido a incidentes que los llevaron a extraviarse del grupo, y, impulsados por un ferviente deseo de volver a la seguridad de su hogar y haciendo uso de una extraordinaria destreza con la lanza y el arco, se abrieron paso a través de los campos neblinosos hasta el campamento más cercano. El ímpetu por ver de nuevo a sus seres queridos y disfrutar de su calmada existencia, les hacía sacar el poder y la valentía necesarios para sobrevivir, y derrotar al menos a un letal Soberano.
Debido a la naturaleza particularmente sospechosa que envuelve el halo de estos extraños sujetos, corre la creencia de que hay muchos más de los que se conocen. Se habla de muchos que marchan a la aventura por voluntad propia, en aras de obtener la soledad y el ostracismo que precisan en su existencia, o para poder ver con sus propios ojos cómo luce el mundo vetusto. -Así, muchos tardígrados jamás regresan a la civilización, sus nombres y sus logros son desconocidos, y en el inmenso y salvaje mundo sobreviven hasta el fin de sus días, en la soledad que las abandonadas tierras de la antigüedad proporcionan. Aunque cada caso es distinto, todos ellos comparten una faceta en común: no temer aquello que pertenece al Planeta.