Durante la Edad Vetusta, la nación de Dibarusa, la única superviviente a la Gran Catástrofe, era especial en muchos sentidos. De entre todas sus particularidades, destacaban las costumbres ancestrales que regían su modo de actuar, en armonía con el entorno. Sería gracias a estas normas sociales tan particulares que el Planeta les permitió sobrevivir al cataclismo.
Introducido como parte del Código Común, el ordenamiento jurídico supremo de la Nueva Civilización, el tan venerado Principio de Compensación es una puesta al día de aquellas normas ancestrales de Dibarusa. Tanto el mundo como la nación cambiaron de forma radical en el ciclo cero después de la Gran Catástrofe (d.GC), desde que todo girase alrededor de la supervivencia como única nación. El objetivo primordial entre los dibarenses, era vivir y desarrollarse sin perturbar de nuevo al Planeta, mantenerlo sereno para evitar otro cataclismo. Sería por esto que su civilización se fundó en las alturas, por encima del Mar de Cristal y las criaturas que moraban en su interior.
Las leyes imperantes del Principio de Compensación, que afectaba a todos los territorios que componían la sociedad, jamás se habían vulnerado. No porque las penas por su incumplimiento fueran demasiado estrictas, sino por la conciencia general relativa al respeto del entorno. El Planeta había hablado: aquellos que se atrevieron a perturbar su quietud y su normal desarrollo, fueron exterminados durante la Gran Catástrofe. Como el pueblo de Dibarusa fue liberado de tal castigo al ser independiente y ofrecer gran respeto a su entorno gracias a las costumbres del Principio de Compensación, su respeto hacia ellas no conocía límites.
Pero, ¿qué hace al Principio de Compensación especial? Su máxima principal dicta así: todo mal que se provoque al Planeta cuando la necesidad lo requiera, debe ser compensado con una acción reparadora de valor similar. Se trata de un conglomerado de normas que aportan soluciones a todo tipo de problemas y debates que acarrea este proceso, desde la reforestación de un bosque en caso de crear una tala masiva, hasta la inversión en avances para el cuidado de la vida submarina en caso de crear una fábrica que afecte al normal flujo del agua. Todo tipo de situaciones vienen detalladas en la sección propia del Código Común que trata sobre tales temas, y se añaden nuevas propuestas según la civilización se desarrolla y surgen nuevos dilemas en los diferentes sectores.
Aunque el respeto a estas normas es generalizado por la necesidad de sentirse seguros, existe un organismo especializado en su cumplimiento, la venerada Orden de los Soldados. Entre los soldados que componen esta organización, los encargados de asegurar el equilibrio entre el hombre y su entorno será el cuerpo de la élite: los Soldados de Honor. Los más hábiles y respetados guerreros existentes en la Nueva Civilización.
De este cuerpo dependerá el respeto al tan venerado código que escasas veces corre riesgo de ser vulnerado. No obstante, existen leyendas que aseguran que estos cuentan con la ayuda de extraordinarias personas cuya más destacada faceta es su alma indolente: los daérumas. Es tal el secreto que envuelve a estos individuos, que solo unas pocas personas en todo el mundo conocerían sobre ellos. Su existencia es incierta, y su papel en la sociedad también.