Durante la publicación de nuestra primera novela, aprendemos mucho. Demasiado, quizás. Comprendemos que sabíamos bien poco sobre el funcionamiento de este proceso. No obstante, como dicen, de la experiencia se aprende.
Bien, si has seguido el resto de mis consejos sobre cómo crear y publicar un libro, tendrás nociones variadas y recomendaciones personales sobre las cosas que yo he aprendido sobre la marcha, y me han ayudado mucho. Aquí va otro consejo: edita tu libro. Por lo que más quieras.
Pero, ¿a qué me refiero con esto de edición? Como palabra polisémica, puede incitar a error (no confundir con llevarlo a una editorial). Aquí, hablo de la necesidad de una segunda opinión profesional. Vamos a verlo en profundidad.
En un caso reciente, aprendí que el trabajo de un editor de libros es variable, depende de la necesidad y la propuesta del escritor. Pueden desde corregirlo, aplicándole las reglas gramaticales y ortográficas correctas sin entrar en detalles de la historia y demás (lo que se llama corrección), para lo que no es preciso trabajar en conjunto con el escritor; hasta editarlo a fondo, modificando la forma y la materia del libro, para lo que se requiere un esfuerzo conjunto con el creador de la obra (que se conoce como edición). Esto último puede parecer exagerado, porque tu obra, tu creación, va a ser modificada hasta el extremo por una tercera persona (aunque, al final, tú tomas las riendas). Pero créeme, es absolutamente necesario.
Hay personas que, ya trabajen para una editorial o de forma independiente, se dedican a leer las obras de los demás, y aplicar su criterio (y las reglas fundamentales de la escritura) para que tenga solidez, dinamismo y coherencia. Quizás pensabas que tu creación es comprensible para todos, fácil de leer, emocionante y sólido como una roca, y quizá creas que conoces la gramática española a la perfección. Créeme, una vez te has puesto al servicio de un profesional, tu opinión variará (para bien). El libro no estaba tan claro como pensabas, cometías multitud de errores -quizá no ortográficos, pero sí de escritura-, muchas partes sobraban por reiterativas, en otras convenía profundizar para una completa comprensión de un lector externo, etc. Hay tantas posibilidades que abruman, y comprendes enseguida lo importante que era someterlo a un análisis en profundidad, de una tercera persona y ducha en la materia.
Incluso, si tu obra estaba bien escrita, conoces las reglas de escritura a la perfección (lo que facilitará la tarea y evitará desembolsar de más -después expondré una serie de reglas que he aprendido con la experiencia-), y tiene buena coherencia interna, es muy conveniente pasar por el filtro de una segunda opinión profesional. Hay algo innegable, y es que todo puede ser mejorado, y el punto de vista de un lector ajeno a la obra es imprescindible. Y más si es profesional y te ayuda a mejorarlo, párrafo a párrafo.
Es más, una edición buena ayuda mucho a la hora de enviar el manuscrito del libro a una editorial, y que lo acepten. Muchas veces nos quejamos de las editoriales (yo el primero que lo ha hecho), nos frustramos por no entender el por qué no aceptan nuestra obra, cuando crees que la idea es genial y está muy bien llevada. Quizá sea así, pero si ven que la forma en que está escrito es un desastre, les cuesta leerlo, y valoran que la labor de edición va a ser demasiado costosa, no lo aceptarán. Pura lógica. Una buena edición de la obra facilitará mucho el proceso, y aumentará enormemente las posibilidades de que lo acepten. Y ya sabes lo que ello conlleva.
Editar el libro, sobre todo si es muy largo, es un sacrificio grande, tanto de tiempo como de dinero, pero merece la pena. Ya me lo agradeceréis.
No obstante, podéis ahorrar un poco de tiempo y de dinero en la labor de edición si conocéis algunas reglas de escritura importantes, que podéis aplicar vosotros mismos a vuestra obra, y así facilitar el proceso de edición. No hablo de detalles como, por ejemplo, el tipo de letra a utilizar, su tamaño, los signos que más convienen, etc. (podéis encontrar información sobre ello en cualquier lugar de internet), ni de ortografía y gramática (podría explayarme en kilómetros de texto para explicar esto a grandes rasgos). Hay otras reglas a tener en cuenta, también complejas, propias de la escritura de libros. De ellas me gustaría hablaros ahora.
Durante la experiencia durante el largo proceso de edición de mi libro he aprendido mucho, y me gustaría compartir algunos consejos de gran relevancia con vosotros. Espero que os sean de utilidad:
—Evitar el exceso de adjetivos y adverbios: son piedras en el camino. Hay que mostrar al lector, que imagine su propia escena, no explicársela con todo lujo de detalle. Si matizamos demasiado los sustantivos, no dejamos lugar a la imaginación. En especial, evitar el uso de descripciones subjetivas.
—Con respecto a los adverbios, evitar los que terminan en –mente (cómodamente, habitualmente, etc). Las palabras demasiado largas, en general, dificultan la lectura.
—Cuidado con el sobreuso de verbos. Cada uno conlleva una acción, un exceso de verbos juntos implica pensar en muchas acciones, y es abrumador (por ejemplo: sabía que podía conseguir el poder de usar…)
—Huir de los lugares comunes, frases recurrentes utilizadas en exceso por nosotros; por ejemplo, evitar que los principios de capítulo empiecen de forma similar (con recursos climáticos, temporales, etc). Huir también de las muletillas, palabras o locuciones que tendemos a utilizar EN EXCESO (esto quizá es difícil percibirlo por uno mismo).
—Empezar y acabar los párrafos con fuerza, con acciones cortas y directas, o frases que impliquen sentencia. Evitar empezar párrafos con locuciones, son innecesarias (de pronto, sin embargo, a pesar de todo, etc.).
—Dar una secuencia lógica de los acontecimientos. Por ejemplo, llevar al lector de la mano cuando se cambie de escenario, para situarlo en la nueva circunstancia sin que se pierda, u ofrecer un transcurso de los hechos razonable, un orden lógico en los sucesos. A veces, una parte del libro es bonita y profunda, pero si es incomprensible por ser demasiado caótica, la belleza y el mensaje se diluirán.
—Evitar la influencia de otras lenguas. En nuestros tiempos, es muy común recurrir a anglicismos como poder + verbo, ir a + verbo, utilizar el tiempo condicional para el pasado,etc. Así como anglicismos, también galicismos (del francés), italianismos, germanismos (del alemán), etc. Depende el idioma más conocido por nosotros, o el que más nos influencie.
—Cuidado con el exceso de verbos con se: pronominales, recíprocos, reflexivos (se preguntó, se dirigió, se encontraba, etc.).Tendemos a una sobreutilización de estos verbos, y, como cualquier exceso, dificultan la lectura.
—Las frases con muchos no son peligrosas. Evitar el exceso de negatividad tornándolas hacia la afirmación (no era capaz – era incapaz).
—Evitar las cacofonías. El uso de palabras cercanas que suenen demasiado similar (por ejemplo: con atención y precaución, pidió perdón a Ramón) dificulta la pronunciación de las frases.
—Huir de los coloquismos como ya, lo normal y justo, o palabras de uso oral como incluso, mismo y propio (si acaso en diálogos).
—Repetir el nombre de los personajes cuanto sea necesario. O su nombre, o una característica suya muy concreta, o nada (porque se entiende que hablamos de él/ella). Evitar cosas genéricas como el joven, pues pueden confundir.
Espero que os hayan servido estos consejos, y ¡hasta la próxima!