Fragmento 1 del primer capítulo.
Como ya debéis saber todos, he comenzado una campaña de Crowdfunding para publicar mi primer libro, Almas Indolentes, y cada semana voy a publicar un fragmento del primer capítulo para que vayáis conociendo los primeros compases de la historia. Aquí os dejo la primera parte:
Caía la tarde cuando el cielo, más allá de la eterna neblina cristalina, se cubrió completamente de gris. Una ligera tormenta arreciaba en la ciudad en ruinas, de la que solo restaban ya escombros fundidos entre maleza, y el agua ahora salpicaba sobre hierba y restos de piedra y metal oxidado. Los difusos rayos del sol lograban atravesar de alguna manera los derruidos edificios por el oeste, donde el cielo todavía era claro. El azul celeste de la atmósfera adoptaba unos tonos lúgubres y melancólicos en aquella iluminación crepuscular.
Era un duro día en las salvajes tierras cubiertas por el Mar de Cristal, lejos de la civilización humana. Tras una extenuante jornada contra el frío y los grandes vientos que removían las praderas, el joven soldado Cástor Valea observaba ahora con atención y curiosidad una extraña roca de tonos oscuros que había hallado mientras descansaba en una céntrica plaza del asentamiento en que se encontraba, un vestigio del mundo vetusto conocido como Bandelach, donde su facción había instalado un pequeño campamento en el cual pernoctarían. Apoyado en una desgastada estatua de alguna importante figura de la antigüedad, cuya cabeza posiblemente se hallaría bajo alguno de los escombros que rodeaban la planicie, observaba embelesado la peculiar piedra con sus penetrantes ojos negros. Su corto y liso cabello de tonos oscuros se movía grácilmente al son del viento.
Como todo miembro del cuerpo de los “soldados de fe”, Cástor debía afrontar constantemente los innumerables peligros que albergaban las letales tierras de La Hondonada, como se conocía a los inmensos e infinitos páramos que formaban el mundo exterior, donde el ser humano no habitaba, envueltos siempre en una neblina cristalina de tonos azulados conocida como el Mar de Cristal, la cual había tomado el mundo entero hacía casi dos mil años, y no parecía que fuera a querer desaparecer jamás. Lo mismo ocurría con los grandes asentamientos humanos de la antigüedad, como aquel en que se encontraba entonces el joven, los cuales se hallaban por doquier en el seno de estas peligrosas regiones pletóricas de vida salvaje, negándose aún a fusionarse completamente con el entorno. Los altivos edificios que se contemplaban en su interior, aunque completamente desintegrados por el paso del tiempo y tomados ya como parte del mundo salvaje, mostraban aún los signos de los grandes avances tecnológicos y arquitectónicos a los que habían llegado aquellas desarrolladas sociedades del mundo antiguo, antes de que todas ellas fueran aniquiladas durante la Gran Catástrofe hacía casi dos mil años, el terrible cataclismo que provocó la llegada de la temible niebla celeste y las criaturas que moraban en su seno, el azote de la Civilización Vetusta.