Si se conocen, se pueden encontrar muchas influencias e inspiraciones entre las páginas de Hijos de una Edad Perdida, basadas en libros, películas y todo tipo de ocio que haya sido alguna vez transcendental para mí. No obstante, cuando me preguntan con qué compararía la historia de este libro, nada me viene a la mente. Dudo que se parezca a nada habido en el mercado.
No negaré que esta obra tiene reminiscencias y detalles cogidos de muy diversas obras ficticias, sobre todo en lo que a lugares y personajes se refiere, denotando una especial atracción personal hacia todo lo relacionado con la fantasía y la ciencia ficción. Sin embargo, casi toda la influencia sobre la historia y contexto de este libro viene de parte de mi propia experiencia en la vida. Esa ha sido la mayor fuente de inspiración. No de las vivencias que haya tenido a lo largo de mi existencia, como si de una biografía se tratara, sino de cuanto pasó por mi cabeza durante el largo viaje vagando por Asia y Australia. Un viaje espiritual y conmovedor que me hizo reflexionar sobre los orígenes del hombre, de nuestro planeta, y las influencias del entorno a la hora de evolucionar. Mucho llegué a cavilar sobre cuanto viví y observé durante aquellos largos meses, cual espectador que ve con interés un mundo que no es el suyo desarrollarse alrededor, mientras me preguntaba cómo se habrá llegado a ese punto concreto en su historia. Según avanzaba durante mi viaje, me cuestioné muchas cosas, en algunas obtuve respuesta, en otras solo hipótesis, y muchas quedaron sin explicación.
Tras varios meses viajando en compañía por diversas tierras asiáticas, variopintas culturas que me llenaban la cabeza de preguntas y extravagantes ideas, me vi cierto día solo en el vasto país de Australia, uno de los lugares más alejados de mi hogar en el mundo; una tierra remota pero familiar, segura y práctica. Una experiencia diversa que derivó en más preguntas y dudas existenciales. Durante los primeros días allí, solo vagué por terrenos urbanos pensando en cosas abstractas que poco tenían que ver con mi específica estancia allí. La diversidad de vivencias en los últimos meses había sido tan grande que mi mente estaba abrumada, y trataba de encajar todo como bien podía. Fue un momento duro, verme en una soledad tan intensa en un lugar tan alejado. Triste, incluso. Por ello me evadía con frecuencia de la realidad, para evitar enfrentar mi circunstancia, mientras escribía cuanto se me pasaba por la cabeza. Como siempre he hecho cuando me siento solo, confuso y/o abrumado. Pero esa vez no escribí sobre mí. Escribí sobre las reflexiones que los lugares que había visitado me provocaban, sobre las ideas extravagantes que circulaban por mi cabeza, y sobre una fantástica realidad en que reuniera una mezcla de las cosas que más me llamaron la atención durante los últimos meses.
Esos pensamientos rondaron durante semanas por mi cabeza. Conforme me evadía de mi circunstancia en los rincones de soledad que componía la ciudad, los extendía hasta formar el corazón de la novela: el contexto y la historia principal. Durante los meses que viví allí, creé el trasfondo histórico y el argumento troncal de la historia narrada en el libro, de principio a fin. Así, di forma a la idea base que en aquellos extraños y gloriosos días pasó por mi cabeza, como si de una revelación se tratara. Ejemplos de estas inspiraciones pueden encontrarse en múltiples ocasiones al profundizar en el contexto histórico de la obra: los Montes Valhos están basados en la cordillera del Annapurna, en Nepal, lugar que también me inspiró para idear la antigua civilización de los daérumas, basados en la cultura budista. A su vez, el Estado Burbuja, la idolatrada nación de Dibarusa, está basado en el país de Australia (aunque en dimensiones mucho menores), con ciertas referencias a aquella utopía creada por Platón en su República.
Jamás imaginé que un viaje otorgaría tanto a mi existencia, en todos los sentidos. Aunque suene a tópico, no solo fue aquel un viaje a lo desconocido, un intento de obtener nuevas y peculiares experiencias, sino también al interior de mi alma, a lo más profundo de mi ser.
Además de todo esto, es perceptible la influencia de múltiples obras literarias de ficción que han servido de inspiración a la hora de crear los personajes del libro (Canción de Hielo y Fuego ha sido un referente a seguir, por la complejidad y unicidad de sus personajes), el trasfondo (donde obras como El Señor de los Anillos han destacado), o la temática de la historia (donde destacaría novelas como El Alquimista, buscando incitar a la reflexión póstuma). Y no solo en literatura. También se percibirá esta influencia en el cine (con obras como Matrix), en el entretenimiento electrónico (un ejemplo, Final Fantasy VII), o en la animación japonesa (como Evangelion). A raíz de mi particular interés por la cultura asiática, en especial la japonesa, en muchas situaciones y detalles a lo largo de la novela se observará la influencia de tan apasionante cultura.
Sea como fuere, lo importante es que logré, en aquel periplo inolvidable, el objetivo que siempre había luchado por obtener, pero hasta aquellos días no fui capaz: la inspiración para crear una historia que de verdad merezca la pena ser contada.