La única persona de confianza de Cástor Valea era su hermano, Lereth, que le conocía mejor que nadie. El único que, desde un principio, sabía lo que ocurrió en Bandelach durante su experiencia cercana a la muerte. El único que conocía sobre el misterioso Tardígrado.
Sensato y con los pies en la tierra, desde joven Lereth se portó como un hermano mayor ejemplar. Desde que su padre falleciera, cuando tenía solo doce años, se sintió con la responsabilidad de cuidar de Cástor. A pesar de convivir con sus abuelos, quienes cuidaron de ellos otorgándoles una gran libertad, desde aquel accidente no pudieron evitar sentirse desamparados. Tras el trauma que conllevaba la orfandad a una edad tan temprana, por lo general los niños terminaban convirtiéndose, o bien en jóvenes rebeldes y vándalos hasta alcanzar cierta madurez, o bien en personas insociables e introvertidas a quienes les costaba encajar entre las multitudes. Mientras que Cástor tomó el segundo camino, Lereth consiguió mantenerse estable y evitar ambas sendas, incluso durante su adolescencia. Creció adoptando siempre una actitud prudente y tranquila ante la vida, con una determinación solo superada por su modestia, una personalidad que heredó de su padre, a quien guardaba una gran admiración.
Hasta su fallecimiento, el veterano Soldado de Fe Lérwiz Valea tomó a su primogénito como su mano derecha, la persona que algún día ocuparía su lugar en el mundo. Con diez años le llevó consigo a las salvajes tierras de La Hondonada, donde le hizo comprender que las peligrosas criaturas moradoras de la niebla, los séimos, no eran seres que debía temer sino respetar, y le mostró lo maravilloso que era el mundo, aún sumido en el eterno cristal azul. Lereth siempre recordaría a su padre y tendría muy presente sus enseñanzas y su actitud frente a la vida. Una actitud sensata y razonable que el mayor de los hermanos adoptó sin problemas, al contrario que el menor.
Acentuada por los años, la personalidad de Cástor era imprevisible y caprichosa. Lereth, que nunca dejaría de preocuparse por él, en multitud de ocasiones postergaba sus labores para ayudarle a encontrar un camino que le motivara de verdad. Lo cual era en extremo difícil debido a la actitud inconformista de Cástor, y muchas veces planteó desistir de su cuidado. Pero él era la única persona en quien su hermano pequeño confiaba de verdad y sentía que no podía fallarle, sobre todo en los momentos en que más necesitaba de compañía.
Al gozar de una mentalidad estable, Lereth siempre supo que sería Soldado de Fe como su padre. Toda su juventud la encaminó hacia ese objetivo. Por ello, aunque psicológicamente fuera calmado, risueño y transigente, era también una persona muy activa, fuerte y deportista, lo que provocó que, durante sus años de estudios básicos en Ciudad Melvan, fuera muy respetado entre sus compañeros y popular entre sus compañeras.
En cuanto tuvo edad para ser independiente, al terminar sus estudios básicos, Lereth partió al Templo de Fe próximo a su hogar natal para convertirse en soldado, abandonando a su familia, a quienes desde entonces veía solo de manera ocasional. Instruyéndose en el mismo campamento que su padre, gracias a su juventud, su fuerza de voluntad y su destacada destreza no tardó en conseguir el título de maestro, obteniendo el permiso de vagar por las tierras cubiertas por el Mar de Cristal.
Así se sentía bien: no necesitaba nada más para ser feliz. Lereth era un joven austero que no necesitaba de objetivos inabarcables en la vida para sentirse realizado. Había conseguido aquello que siempre se había propuesto: ayudar a que la civilización avanzara. Además, llevaba una vida emocionante haciendo lo que le gustaba, sabía que sus padres, de estar vivos, estarían orgullosos de él, y daba por hecho que que, algún día, conocería a alguien con quien pasar sus días en la superficie, alguien con quien compartir su vida y tener vástagos a quien criar de la mejor manera posible, igual que sus padres habían hecho con él. Su vida era estable, organizada, y, en cierto grado, segura. Todo el mundo alababa sus habilidades y su actitud, y sabían que llegaría lejos como soldado.Su futuro se presentaba brillante.
Cuando, siete años después de comenzar su camino como soldado, Cástor decidió seguir sus pasos tras finalizar la carrera, sabía que existían posibilidades de que su particular caos corrompiera la relajada existencia de Lereth. Este pensamiento no lo perturbó, y trató como siempre de ayudar a su hermano a convertirse en maestro, consciente de que sus habilidades y su actitud distaban de ser idóneas para la tarea encomendada a un soldado.
No muchos años después, sin embargo, ocurrió lo que temía. Las dudas dominaron la vida de Cástor tras el incidente en Bandelach, y sabía que esa corriente de inquietud arrastraría también su vida prudente y sobria. Que carecía de alternativa, si no quería dejar a su hermano a su suerte ante tal desconcierto.
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