
La intención del proyecto Hijos de una Edad Perdida no es solo ofrecer un mero entretenimiento con una base de ciencia ficción y fantasía, sino que trata de ir más allá y reflexiona sobre el propósito de la vida, lo que hace al ser humano una criatura especial, su papel en el desarrollo y futuro del planeta en que habitamos, la moral y la justicia universal, o nuestro deber como individuos para luchar por lo que consideramos un comportamiento adecuado.
Está basado en un mundo post-apocalíptico donde las tierras, invadidas por una eterna niebla cristalina, están infestadas de temibles bestias que odian al ser humano. En este entorno hostil, los pocos supervivientes al cataclismo crearon una sociedad utópica en las alturas, donde conviven en paz y mantienen un profundo respeto hacia el entorno, hacia la Raíz del Planeta, y todo lo que proviene de allí; un ejemplar e idílico comportamiento fruto del miedo por enfurecer al Planeta, y provocar una nueva Gran Catástrofe como la que aconteció hace casi dos mil años. No obstante, la realidad de esta Nueva Civilización será mucho más compleja, como descubrirá Cástor Valea, el protagonista de esta historia, después de un extraño accidente en un vestigio del mundo antiguo, cuando el Destino le ofrece la posibilidad de conocer la realidad que da forma a esta nueva era de la Historia del Planeta. Cástor descubrirá sobre los daérumas, los ancestros del ser humano, y sobre sus especiales habilidades de manipulación, y tras este desconcertante descubrimiento, que llega en una época de gran agitación global, reflexionará sobre la moral y la justicia, ahondará en los mayores secretos que albergan el ser humano y el Planeta, y se enfrentará a las amenazas que perturban su vida y la sociedad en que habita, mientras trata de comprender los caprichosos designios del Destino.
Esta es, en resumidas cuentas, la idea detrás de Hijos de una Edad Perdida, una idea que vino a mí como salida de la nada. Mientras mi cabeza bailaba entre terrazas de arroz, selvas tropicales y kilómetros de playas en la calma más sobrecogedora, fui incapaz de ignorar el concepto alocado y complejo que sobrevino a mi mente. Tenía que escribirlo, que darlo forma. Tenía que llevar adelante aquella valiente propuesta.
Me hallaba por entonces inmiscuido en un largo viaje por continentes lejanos. Un viaje cultural y de interés, y una experiencia de vida, ante todo. En la diversidad de culturas asiáticas tuve reflexiones que nunca me había planteado, vi y sentí cosas que jamás habría imaginado -supongo que es algo inherente a viajar, no he sido el primero ni seré el último en hablar de las bondades de estas experiencias. Tras varios meses de caos e imprevisibilidad, decidí relajar mi alocada existencia en un país menos alborotado como Australia, y me sorprendí con los contrastes vividos, tanto en mi vida como en las diferentes culturas que había observado. Aquello me hizo reflexionar. Pensé en cómo era el mundo que me rodeaba, la gente, las culturas, la historia que había detrás de todo ello. Como siempre he hecho en mi vida, tendí a exagerar mis hipótesis con pensamientos fantásticos, cogiendo ideas de aquí y de allá, que había estado experimentado y albergando en mi interior. Imaginé una realidad fantástica en que el ser humano había llegado a su fin y solo uno pocos habían logrado sobrevivir, un mundo en que nuestros orígenes eran bien distintos a cómo siempre hemos creído. Una peculiar realidad basada en múltiples conceptos que me habían sobrevenido a lo largo de aquellos meses de intensas experiencias.
Era una idea alocada, pero irresistible. La hice crecer en mi interior hasta que comencé a acudir, a diario, a una de las estupendas bibliotecas que abundan por las ciudades australianas, para dar forma al mundo que había ideado en mi cabeza. Llené un cuaderno con ideas variopintas para darlo una forma tangible. De pronto comprendí que había formado todo un contexto histórico que englobaba cientos de miles de años de existencia humana. Concebí un trasfondo muy amplio, con potencial para albergar grandes historias. De inmediato me atrajo el concepto de una sociedad idealizada y pacífica, casi utópica, situada en un oscuro mundo post-apocalíptico. Era una idea que me ofrecía libertad para reflexionar sobre temas como el propósito de la vida, las emociones humanas, y nuestra relación con el entorno en que habitamos.
Ahora, de vuelta en el corazón de las áridas llanuras castellanas, trabajo en este proyecto día sí y día también. Con vehemencia intento hacer cumplir mi propósito, y vuelco toda mi motivación sobre la aventura del peculiar soldado que, al igual que todos, trata de encontrar su lugar en los anales de la existencia.
Si quieres conocer más sobre la saga, echa un vistazo al blog, que contiene todo tipo de información sobre la novela. ¡Espero que lo disfrutes!